Cada día el mundo globalizado va marcando la pauta de que sólo no avanzas,
que aunque tengas muchas cualidades y seas fuerte como el acero, si caminas
solo, todo se te hará más difícil. Esto
mismo pasa en el ámbito familiar,
laboral, estudiantil,
empresarial. Lamentablemente, los hombres estamos muy ensimismados en nuestros
triunfos personales, en nuestros objetivos y proyectos de vida, para alcanzar
la así llamada calidad de vida.
Creemos que nosotros con nuestras propias fuerzas somos capaces de todo, y
lamentablemente vamos dejando de lado ayudas muy importantes, yo diría,
esenciales. El egoísmo y la autosuficiencia van cobrando tal fuerza, que luego
nos cobra la felicidad, el triunfo o la realización que a la hora de la verdad
nunca llegan. Aprendamos la gran lección que hoy la conocida fábula de la
liebre y la tortuga nos enseña... ellas lograron entrar cristianamente al mundo
globalizado, supieron aplicar la solidaridad y la subsidiaridad, es decir, en
donde el más grande ayuda al más pequeño y el más pequeño aporta sus cualidades
al más grande. ¿Recuerdas la fábula?
Una tortuga y una liebre siempre discutían sobre quién era más rápida. Para
demostrarlo, decidieron correr una carrera; eligieron una ruta y comenzaron la
competencia. La liebre arrancó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante
algún tiempo. Luego, al ver que llevaba mucha ventaja, decidió sentarse bajo un
árbol para descansar un rato, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha.
Pero pronto se durmió. Todos nos decíamos ¡ay, liebre presumida e ingenua, lo
pagaste caro! La tortuga, que andaba con paso lento, la alcanzó, la superó y
terminó primera, declarándose vencedora indiscutible.
Moraleja 1: Los lentos y estables ganan la carrera.
Pero la historia no termina aquí: la liebre, decepcionada tras haber
perdido, hizo un examen de conciencia y reconoció sus errores. Descubrió que
había perdido la carrera por ser presumida y descuidada. Si no hubiera dado
tantas cosas por supuestas, nunca la hubiesen vencido. Entonces, desafió a la
tortuga a una nueva competencia. Esta vez, la liebre corrió de principio a fin
y su triunfo fue evidente.
Moraleja 2: Los rápidos y tenaces vencen a los lentos y estables.
Pero la historia tampoco termina aquí: Tras ser derrotada, la tortuga
reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de
ganarle a la liebre en velocidad. Como estaba planteada la carrera, ella
siempre perdería; por eso desafió nuevamente a la liebre, pero propuso correr
sobre una ruta ligeramente diferente. La liebre aceptó y corrió a toda
velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. Mientras la
liebre, que no sabía nadar, se preguntaba "¿qué hago ahora?" la
tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso y terminó en primer
lugar.
Moraleja 3: Quienes identifican su ventaja competitiva (saber nadar) y cambian el
entorno para aprovecharla, llegan primero.
Pero la historia tampoco termina aquí: el tiempo pasó, ¡y tanto
compartieron la liebre y la tortuga que terminaron haciéndose buenas amigas!
Ambas reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron efectuar una
última carrera, pero esta vez corriendo en equipo. En la primera parte, la
liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río
con la liebre sobre su caparazón y, sobre la orilla de enfrente, la liebre
cargó nuevamente a la tortuga hasta la meta. Como alcanzaron la línea de
llegada en un tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que aquella que
habían experimentado en sus logros individuales.
Moraleja 4: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades
personales.
Pero, a menos que seamos capaces de trabajar con otras personas y potenciar
recíprocamente las habilidades de cada uno, no seremos completamente efectivos.
Siempre existirán situaciones para las cuales no estamos preparados y que otras
personas pueden enfrentar mejor. La liebre y la tortuga también aprendieron
otra lección vital:
Moraleja 5: Cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a competir contra
una situación, complementamos capacidades, compensamos defectos, potenciamos
nuestros recursos... y ¡obtenemos mejores resultados!
¡Cuán beneficioso sería que esto sucediera en todas
nuestras familias, en el mismo ámbito empresarial!, es decir, que exista tanta unión, comprensión y
colaboración, que el esfuerzo de todos, refleje una sociedad en donde se
respire un crecimiento y una armonía que haga que se realicen los designios de
Dios sobre los hombres.
Peter Roberts Vergara
Socio Especialidad
Industrial
Colegio de Ingenieros de
Chile A.G
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