martes, 31 de enero de 2017

El Proceso de Habilitación Profesional

El Proceso de Habilitación Profesional
Como indicamos en el artículo previo, los demandantes de los profesionales que egresan de  las instituciones  de formación superior, se pueden clasificar en tres grupos: Las instituciones y empresas del estado, las corporaciones y empresas de derecho privado y el trabajo de cuenta propia.
Los requisitos de selección de dichos profesionales dependen de demande los servicios y, sin lugar a dudas, todos contribuyen al choque de las fuerzas que buscan cerrar o abrir el espacio que existe entre el término del proceso de formación y el inicio del proceso de ejercicio profesional.

La preguntas causales que emergen son, ¿Se requiere y debiera existir un proceso de habilitación?,¿Por qué se produce?, ¿Debe existir un proceso para certificar que el profesional está preparado para ejercer la profesión? y, por último, ¿Quién debiera habilitarlos?.
Para iniciar el análisis y poder responder las preguntas antes expuestas, efectuaremos una evaluación de las fuerzas que contribuyen a reducir o ampliar el espacio entre las dos barreras claves en el proceso de desarrollo profesional: el título y la habilitación.
Básicamente, ambas fuerzas representan la interacción entre la oferta (instituciones de educación superior) y la demanda (mercado laboral), las cuales se han ido estructurando de acuerdo a la evolución de la historia de nuestro país y a las mejores prácticas que han tenido los países que tenemos como referentes.
Respecto de la historia, la literatura e internet nos entregan variados relatos sobre el origen de la universidades. Para efectos de este artículo sólo incorporaremos algunos aspectos claves, como que la Iglesia incentivó el amor por las letras y por las artes mediante las órdenes monásticas, siendo los monasterios benedictinos los que sobresalían en sus inicios.
Sus prácticas consistían en dedicación al trabajo manual y a la oración comunitaria, de las cuales participaban los hijos varones de la nobleza, de aldeanos y de artesanos que aspiraban a desarrollarse en la vida monástica. Una universidad se diferencia de una escuela medieval particular, porque la primera tenía una base de textos obligatorios que se utilizaban para enseñar, contaban con programas bien definidos que duraban una cierta cantidad de años y otorgaban grados.
Las primeras universidades surgieron a finales del siglo XII, destacando la Universidad de Bolonia en el año 1119, Universidad de Oxford el año 1167, Universidad de Cambridge el año 1209, Universidad de París el año 1212 y Universidad de Nápoles en el año 1224. Los antecedentes nos muestran que las universidades nacieron principalmente desde la Iglesia. En efecto, la Universidad de Santo Domingo, fundada por el Papa Paulo III el 28 de octubre de 1538, fue la primera en América. Le sucedieron la Universidad de San Marcos de Lima y la Universidad de México. A fines del siglo XIII se empieza a considerar a las ciencias de la naturaleza en la búsqueda de la verdad, excluyendo a la fe en este proceso.
Debemos destacar que el Conocimiento es el problema central que se analiza respecto de la universidad, pero ese conocimiento es estéril si no se conecta a las demandas de la sociedad donde se integran los profesionales que se egresan de ellas. Tomando en consideración a distintos autores, podemos concluir que en América la educación superior es un modelo de influencia, cuya colonización en las diversas regiones tuvo distintos alcances.
En Estados Unidos y Canadá fue una transferencia de un modelo de sociedad, en cambio en América Latina y el Caribe fue una transferencia hacia los tecnócratas de la época y en la parte hispana-portuguesa tuvo una función política y religiosa. Se desprende de lo anterior, que desde el punto de vista de la oferta de trabajo, en nuestro país interesa el potencial que tienen los titulados para insertarse en el mercado laboral y, claramente, las universidades están orientadas a ese proceso de aprendizaje para prepararlos en aquello.
Sin embargo, es predecible que los tecnócratas requieran individualizar el conocimiento para satisfacer sus necesidades específicas, lo que se verá traducido en infinitos diseños curriculares para las múltiples disciplinas que cada uno quiera satisfacer. Como consecuencia, aparecen instituciones de educación superior, que desean conectarnos con la sociedad del entrenamiento, más que conectarlos con la sociedad del conocimiento. Y en ese contexto, creemos que sería inadecuado llamarlas universidades, sabiendo que muchas están desconectadas del desarrollo del pensamiento, la plataforma tecnológica y el contexto nacional.
Nuestro siguiente análisis, se orientará a entender las palancas que gatillan la oferta de mallas curriculares, que mueve a los futuros egresados a incorporarse a esas instituciones y cómo se organiza nuestra sociedad para certificar que esos egresados están habilitados para incorporarse al mundo laboral.

Julio Villegas Carvajal
Presidente Consejo Zonal O´Higgins
Colegio de Ingenieros de Chile A.G.


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