El Proceso de Habilitación
Profesional
Como indicamos en el
artículo previo, los demandantes de los profesionales que egresan de las instituciones de formación superior, se pueden clasificar
en tres grupos: Las instituciones y empresas del estado, las corporaciones y
empresas de derecho privado y el trabajo de cuenta propia.
Los requisitos de
selección de dichos profesionales dependen de demande los servicios y, sin
lugar a dudas, todos contribuyen al choque de las fuerzas que buscan cerrar o
abrir el espacio que existe entre el término del proceso de formación y el
inicio del proceso de ejercicio profesional.
La preguntas causales
que emergen son, ¿Se requiere y debiera existir un proceso de habilitación?,¿Por
qué se produce?, ¿Debe existir un proceso para certificar que el profesional
está preparado para ejercer la profesión? y, por último, ¿Quién debiera
habilitarlos?.
Para iniciar el
análisis y poder responder las preguntas antes expuestas, efectuaremos una
evaluación de las fuerzas que contribuyen a reducir o ampliar el espacio entre
las dos barreras claves en el proceso de desarrollo profesional: el título y la
habilitación.
Básicamente, ambas
fuerzas representan la interacción entre la oferta (instituciones de educación
superior) y la demanda (mercado laboral), las cuales se han ido estructurando
de acuerdo a la evolución de la historia de nuestro país y a las mejores
prácticas que han tenido los países que tenemos como referentes.
Respecto de la
historia, la literatura e internet nos entregan variados relatos sobre el origen
de la universidades. Para efectos de este artículo sólo incorporaremos algunos
aspectos claves, como que la Iglesia incentivó el amor por las letras y por las
artes mediante las órdenes monásticas, siendo los monasterios benedictinos los
que sobresalían en sus inicios.
Sus prácticas
consistían en dedicación al trabajo manual y a la oración comunitaria, de las
cuales participaban los hijos varones de la nobleza, de aldeanos y de artesanos
que aspiraban a desarrollarse en la vida monástica. Una universidad se
diferencia de una escuela medieval particular, porque la primera tenía una base
de textos obligatorios que se utilizaban para enseñar, contaban con programas
bien definidos que duraban una cierta cantidad de años y otorgaban grados.
Las primeras
universidades surgieron a finales del siglo XII, destacando la Universidad de
Bolonia en el año 1119, Universidad de Oxford el año 1167, Universidad de
Cambridge el año 1209, Universidad de París el año 1212 y Universidad de
Nápoles en el año 1224. Los antecedentes nos muestran que las universidades
nacieron principalmente desde la Iglesia. En efecto, la Universidad de Santo
Domingo, fundada por el Papa Paulo III el 28 de octubre de 1538, fue la primera
en América. Le sucedieron la Universidad de San Marcos de Lima y la Universidad
de México. A fines del siglo XIII se empieza a considerar a las ciencias de la
naturaleza en la búsqueda de la verdad, excluyendo a la fe en este proceso.
Debemos destacar que
el Conocimiento es el problema central que se analiza respecto de la universidad,
pero ese conocimiento es estéril si no se conecta a las demandas de la sociedad
donde se integran los profesionales que se egresan de ellas. Tomando en
consideración a distintos autores, podemos concluir que en América la educación
superior es un modelo de influencia, cuya colonización en las diversas regiones
tuvo distintos alcances.
En Estados Unidos y
Canadá fue una transferencia de un modelo de sociedad, en cambio en América
Latina y el Caribe fue una transferencia hacia los tecnócratas de la época y en
la parte hispana-portuguesa tuvo una función política y religiosa. Se desprende
de lo anterior, que desde el punto de vista de la oferta de trabajo, en nuestro
país interesa el potencial que tienen los titulados para insertarse en el
mercado laboral y, claramente, las universidades están orientadas a ese proceso
de aprendizaje para prepararlos en aquello.
Sin embargo, es
predecible que los tecnócratas requieran individualizar el conocimiento para
satisfacer sus necesidades específicas, lo que se verá traducido en infinitos
diseños curriculares para las múltiples disciplinas que cada uno quiera
satisfacer. Como consecuencia, aparecen instituciones de educación superior,
que desean conectarnos con la sociedad del entrenamiento, más que conectarlos
con la sociedad del conocimiento. Y en ese contexto, creemos que sería
inadecuado llamarlas universidades, sabiendo que muchas están desconectadas del
desarrollo del pensamiento, la plataforma tecnológica y el contexto nacional.
Nuestro siguiente
análisis, se orientará a entender las palancas que gatillan la oferta de mallas
curriculares, que mueve a los futuros egresados a incorporarse a esas
instituciones y cómo se organiza nuestra sociedad para certificar que esos
egresados están habilitados para incorporarse al mundo laboral.
Julio Villegas Carvajal
Presidente Consejo Zonal O´Higgins
Colegio de Ingenieros de Chile A.G.
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