Analicemos
juntos la estrecha relación entre las disposiciones morales a que adhieren
diferentes organizaciones de personas y los juramentos éticos que suscribe
públicamente cada individuo que la compone. Primero que todo, establezcamos
como convención que la moral será el conjunto de comportamientos que un grupo
cerrado de individuos espera de cada uno de sus integrantes, en tanto que la
ética será el conjunto de comportamientos que cada uno de ellos espera de sí
mismo a partir de una reflexión individual. Es así como las tendencias
culturales, se reflejan en cambios sociales que generan mutaciones en la
concepción moral de esa sociedad, los cuales muchas veces pasan de ser normas
simplemente consuetudinarias a normas legales que deben ser cumplidas por todos
sus miembros. Distinto es el caso de la ética, que parte desde la conciencia
del individuo, quien puede o no adherir a las mismas normas morales de sus
pares, haciéndolas más o menos flexibles, a veces según sus principios o, en
otras ocasiones muy lamentables, a partir de su conveniencia temporal.
El abogado, como
requisito ineludible para ser considerado como tal, debe jurar ante el pleno de
la Excelentísima Corte Suprema, adhiriendo a diversas normas morales impuestas
a la totalidad de los postulantes que juran juntos en una misma ceremonia, sin
embargo, a futuro, ante un mismo dilema legal y con similar formación
profesional, dos individuos de este grupo pueden tener posturas completamente
diferentes sobre el alcance ético de un mismo hecho jurídico, no en vano,
existen dos partes opuestas en los juicios controversiales. Es así como, pese a
haber adherido a los mismos principios morales, la ética de cada uno lo
conducirá por derroteros diferentes.
El médico, como
parte de las tradiciones más simbólicas de su profesión, pero sin ser un
requisito fundamental para ejercer la misma, efectúa el juramento hipocrático,
sin embargo, tampoco la totalidad de los individuos que adhieren a los principios
morales de su gremio cumplen con las condiciones que juraron.
En un breve
análisis comparado, se puede comprobar que en otras latitudes sí juran los
ingenieros, tal como en culturas tan cercanas como los ingenieros peruanos o
mexicanos que, en síntesis, juran “utilizar sus conocimientos, experiencia y
compromiso para lograr una productividad al servicio del desarrollo de los
seres humanos y en armonía con la preservación de la naturaleza.”
¿Será que a los
ingenieros chilenos nos falta, o no necesitamos jurar? Si juráramos, ¿Qué y
ante quién deberíamos jurar? Dejaré esta pregunta aquí por un momento que puede
ser muy corto o muy largo. Todo es relativo según la concepción ética que pueda
tener cada lector. Ni siquiera hemos entrado al dilema entre jurar y prometer,
que será tarea de otro Newsletter Industrial.
Rodrigo Escudero Muñoz
Consejero Especialidad Industrial
Colegio de Ingenieros de
Chile A.G