lunes, 20 de febrero de 2012

Ingeniería sísmica en Chile.


 
No somos muy distintos a detectives investigando la mente de un criminal después de actuar. Sólo si desentrañamos su forma de proceder e intentamos penetrar su mente podemos tal vez evitar futuras tragedias. El problema es que nuestro criminal ha estado sobre la tierra desde siempre, o sea desde hace 4 mil millones de años y actúa sólo cada cien a doscientos años en un lugar determinado. Podemos estudiar los lugares del crimen, pero no nos podemos anticipar. 

El problema mayor que existe para desarrollar esta rama de la ciencia, es justamente la falta de datos. En Chile se obtuvo por primera vez un registro en zona epicentral en 1985, y el otro en 2010. Es necesario además tener edificios instrumentados de manera de comparar los resultados de los cálculos con lo medido en terreno.

Sólo a partir de 1979, se ensayó en un laboratorio de Japón un edificio a escala natural descubriéndose que la escala distorsiona los resultados y que el edificio completo tiene propiedades muy difíciles de prever sólo con el análisis de elementos aislados.
Desde entonces ha habido un gran avance tecnológico, con auge de grandes laboratorios y programas de cálculo cada vez más sofisticados. Muchos ingenieros chilenos han estudiado su doctorado en prestigiosas universidades, es decir, nuestra ingeniería no es tan distinta a la del resto del mundo.

Aunque sí hay diferencias en los sistemas estructurales utilizados: en septiembre de 1985 un movimiento del suelo muy parecido al registrado en Concepción el 27 de febrero de 2010, produjo el colapso de 600 edificios modernos en el centro de Ciudad de Méjico, con más de veinte mil muertos. En el caso de Chile, ese mismo año había ocurrido el terremoto del 3 de marzo, también de gran severidad, con un resultado excelente de nuestros edificios haciéndonos creer que nuestro sistema respondía prácticamente sin daños y que no podría llegar al colapso. No es lo que ocurrió en 2010: hubo tres colapsos completos y fallas graves, todas del mismo tipo, en múltiples edificios modernos que estaban fundados en suelos blandos profundos. Las causas de las fallas no están claras.

Aprendimos que nuestros edificios son muy rígidos y que se mueven poco, y que por eso han respondido tan bien, pero a la vez pueden ser muy frágiles. Se puede asegurar, con muy pocas excepciones, que todos los edificios modernos que fallaron fueron diseñados por oficinas de prestigio, cumpliéndose las normas vigentes en el momento de su diseño, y en general, la calidad de la construcción estaba dentro de los estándares usuales.

Ha habido intentos de explicar los colapsos, los resultados de los análisis son muy sensibles a las hipótesis que se hagan y no se conoce el movimiento del suelo bajo cada edificio colapsado. Pequeñas diferencias en las propiedades de los materiales pueden predecir el colapso o no. Es fundamental incluir en los modelos de análisis la componente vertical del sismo y el efecto del suelo bajo el edificio, lo que se denomina como interacción “suelo estructura”, que alarga significativamente el periodo del sistema, siendo muy difícil de lograr.
En definitiva, el conocimiento científico avanza lentamente, no sabemos todo y lo suplimos con experiencia, repetimos lo que hasta ahora ha funcionado bien, cada terremoto trae nuevas lecciones y desde este lejano país, avanzamos en este mundo globalizado compartiendo nuestras experiencias y aplicando normas y métodos de diseños comunes a esta rama de la ingeniería.

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