No somos muy distintos a detectives
investigando la mente de un criminal después de actuar. Sólo si desentrañamos
su forma de proceder e intentamos penetrar su mente podemos tal vez evitar
futuras tragedias. El problema es que nuestro criminal ha estado sobre la
tierra desde siempre, o sea desde hace 4 mil millones de años y actúa sólo cada
cien a doscientos años en un lugar determinado. Podemos estudiar los lugares
del crimen, pero no nos podemos anticipar.
El problema mayor que existe para desarrollar
esta rama de la ciencia, es justamente la falta de datos. En Chile se obtuvo
por primera vez un registro en zona epicentral en 1985, y el otro en 2010. Es
necesario además tener edificios instrumentados de manera de comparar los
resultados de los cálculos con lo medido en terreno.
Sólo a partir de 1979, se ensayó en un
laboratorio de Japón un edificio a escala natural descubriéndose que la escala
distorsiona los resultados y que el edificio completo tiene propiedades muy
difíciles de prever sólo con el análisis de elementos aislados.
Desde entonces ha habido un gran avance
tecnológico, con auge de grandes laboratorios y programas de cálculo cada vez
más sofisticados. Muchos ingenieros chilenos han estudiado su doctorado en
prestigiosas universidades, es decir, nuestra ingeniería no es tan distinta a
la del resto del mundo.
Aunque sí hay diferencias en los sistemas
estructurales utilizados: en septiembre de 1985 un movimiento del suelo muy parecido
al registrado en Concepción el 27 de febrero de 2010, produjo el colapso de 600
edificios modernos en el centro de Ciudad de Méjico, con más de veinte mil
muertos. En el caso de Chile, ese mismo año había ocurrido el terremoto del 3
de marzo, también de gran severidad, con un resultado excelente de nuestros
edificios haciéndonos creer que nuestro sistema respondía prácticamente sin
daños y que no podría llegar al colapso. No es lo que ocurrió en 2010: hubo
tres colapsos completos y fallas graves, todas del mismo tipo, en múltiples
edificios modernos que estaban fundados en suelos blandos profundos. Las causas
de las fallas no están claras.
Aprendimos que nuestros edificios son muy
rígidos y que se mueven poco, y que por eso han respondido tan bien, pero a la
vez pueden ser muy frágiles. Se puede asegurar, con muy pocas excepciones, que
todos los edificios modernos que fallaron fueron diseñados por oficinas de
prestigio, cumpliéndose las normas vigentes en el momento de su diseño, y en
general, la calidad de la construcción estaba dentro de los estándares usuales.
Ha habido intentos de explicar los colapsos, los
resultados de los análisis son muy sensibles a las hipótesis que se hagan y no
se conoce el movimiento del suelo bajo cada edificio colapsado. Pequeñas
diferencias en las propiedades de los materiales pueden predecir el colapso o
no. Es fundamental incluir en los modelos de análisis la componente vertical
del sismo y el efecto del suelo bajo el edificio, lo que se denomina como
interacción “suelo estructura”, que alarga significativamente el periodo del
sistema, siendo muy difícil de lograr.
En definitiva, el conocimiento científico
avanza lentamente, no sabemos todo y lo suplimos con experiencia, repetimos lo
que hasta ahora ha funcionado bien, cada terremoto trae nuevas lecciones y
desde este lejano país, avanzamos en este mundo globalizado compartiendo nuestras
experiencias y aplicando normas y métodos de diseños comunes a esta rama de la
ingeniería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario